El cerebro egoísta o por qué deseamos dulces cuando estamos estresados

El cerebro egoísta o por qué deseamos dulces cuando estamos estresados

Ayer se publicó en la revista Scientific American un artículo acerca del deseo de consumir dulces, cuando estamos estresados. Aunque el tema de por sí ya me parece atractivo, se apoderó de toda mi atención cuando vi que hacía referencia a mi otra gran pasión: las presentaciones.

¿Qué tiene que ver consumir dulces con hablar en público? Pues precisamente el estrés. Lo que más me gustó de este artículo fue que para estudiar el anhelo por los dulces en personas estresadas empleaban como método el estrés que supone realizar una presentación en público. Como me parece que el tema da mucho de sí y puede ser de vuestro interés, os hago un resumen del artículo.

Para empezar, os presento al autor del artículo, Achim Peters, un neurocientífico y diabetólogo que el grupo de investigación clínica Cerebro Egoísta en la Universidad de Lübeck. Peters afirma que el cerebro ocupa una posición jerárquica especial en el metabolismo energético humano. Si el equilibrio en las condiciones del cerebro (nutrientes, temperatura, pH, etc.) cerebral está amenazado, el cerebro se comporta de manera «egoísta» compitiendo por los recursos energéticos con el cuerpo y teniendo la mayor prioridad. Esta teoría del Cerebro Egoísta, representó un enfoque metodológico completamente nuevo, incluso un cambio de paradigma para la investigación de la obesidad y la diabetología 1

Achim Peters, autor de la teoría el Cerebro Egoísta. Crédito Wikimedia.

Según su teoría, el cerebro en condiciones de estrés psicosocial exige activamente energía del cuerpo para cubrir sus mayores requerimientos. El cerebro estresado utilizaría un mecanismo denominado «supresión de la insulina cerebral» para limitar los flujos de glucosa en el tejido periférico (músculo y adiposo) y mejorar el suministro de glucosa cerebral. Además, en estas condiciones de estrés, el cerebro, en lugar de solicitar energía de las reservas del cuerpo, induciría a nuevos consumos de alimentos. Como puede verse, este marco conceptual afecta enormemente al origen de la obesidad.

Aunque nuestro cerebro representa solo el 2% de nuestro peso corporal, consume la mitad de nuestros requerimientos diarios de carbohidratos, y la glucosa es su combustible más importante. En condiciones de estrés, el cerebro requiere un 12% más de energía, lo que lleva a muchas personas a buscar productos alimenticios dulces, como la bollería.

Cuando tenemos hambre, se pone en marcha toda una red de regiones cerebrales. En el centro están el hipotálamo ventromedial y el hipotálamo lateral, que participan en la regulación del metabolismo, el comportamiento de la alimentación y las funciones digestivas. Pero hay otro centro, el núcleo arcuato en el hipotálamo. Si este centro registra que el cerebro en carece de glucosa, bloquea la información del resto del cuerpo. Por eso recurrimos a los carbohidratos tan pronto como el cerebro indica una necesidad de energía, incluso si el resto del cuerpo está bien abastecido.

Hipotálamo, en rojo en la imagen. Crédito Wikimedia.

Achim Peters llevó a cabo un experimento para comprobar cómo el estrés induce a las personas a ingerir más carbohidratos. Examinaron a 40 sujetos en dos sesiones. En una, les pidieron que dieran un discurso de 10 minutos frente a extraños. En la otra sesión no estaban obligados a dar un discurso. Al final de cada sesión, midieron las concentraciones de hormonas del estrés cortisol y adrenalina en la sangre de los participantes. También les proporcionaron un buffet de comida por una hora. Cuando los participantes dieron un discurso antes del buffet, estaban más estresados y en promedio consumían 34 gramos adicionales de carbohidratos, que cuando no daban un discurso. 2

Y es que hablar en público es una forma de estrés que más nos agobian. Cada dos años, El Washington Post publica una encuesta sobre las fobias de los estadounidenses, e invariablemente, hablar en público está en los primeros puestos, por encima del miedo a volar, las agujas, ahogarse en el agua o… los zombies. Ahora sabemos que ese estrés implica un importante gasto de energía al cerebro y que induce a ingerir carbohidratos.

Hablar en público es una de las principales fobias en Estados Unidos. Elaboración propia con datos del Washington Post.

En uno de sus artículos, Peters cuenta el caso de Walter, un fontanero de 50 años que ha sufrido diabetes tipo 1 durante 25 años. Asiste a una celebración de su empresa en la que se felicita a los mejores empleados. Antes de salir de casa se inyecta su dosis habitual de insulina. La cena se sirve aproximadamente una hora más tarde. Nervioso, Walter nota que tiene dificultades para ir al estrado a pronunciar su discurso de agradecimiento. De vuelta a su mesa, se tambalea sobre sus pies, y cae al suelo inconsciente. Lo llevan inmediatamente al hospital en ambulancia, donde le verifican que sus niveles de glucosa eran 25 mg/dl.

¿Pero qué ocurre con los dulces? En el experimento de Peters, los sujetos consumieron más carbohidratos, pero no especialmente más dulces. Sin embargo, dado que desde la infancia los humanos tenemos una enorme afinidad por los dulces y que estamos súperestimulados, como ya comenté en este otro artículo, muchas personas satisfacen esa necesidad del cerebro con dulces. La medida de esa preferencia por los dulces varía de persona a persona y parece depender, entre otras cosas, de las condiciones de vida, sobre todo en la infancia. Según Peters, las personas que experimentan mucho estrés en la infancia tienen una mayor preferencia por los dulces en la edad adulta.

Muchas veces se tiende a juzgar a las personas por comer demasiados dulces o carbohidratos, y se las acusa de falta de voluntad y de autocontrol. A la vista de estos y otros estudios, parece cada vez más evidente que hay que tener más en cuenta el estilo de vida de esas personas y si viven situaciones estresantes, tanto en el presente como en el pasado.

  1. Peters A, Schweiger U, Pellerin L, Hubold C, Oltmanns KM, Conrad M, Schultes B, Born J, Fehm HL 2004 The selfish brain: competition for energy resources. Neurosci Biobehav Rev 28:143-180
  2. Peters A, Kubera B, Hubold C, Langemann D. The selfish brain: stress and eating behavior. Front Neurosci. 2011;5:74.
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